Siempre te recordaremos

Estimadas Familias,

El día 2 de abril, lunes de Pascua, en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), ha fallecido nuestra querida Dori Sáiz.

Sor Dori nació en el seno de una familia sencilla y humilde, un 12 de noviembre de 1938 en Nela (Burgos). Sus padres Francisca y Juanito, ofrecieron a sus ocho hijos un ambiente rico de fe, amor, alegría, trabajo y sacrificio que propició el surgir de vocaciones religiosas: dos sacerdotes escolapios y dos

religiosas salesianas. Dori recordaba a su padre, como alguien jovial, que disfrutaba bromeando y jugando con sus hijos, rasgo que ella incorporó en su vida y del que hizo partícipes a cuantos convivimos con ella.

A los 13 años salió de su hogar familiar acompañada por su hermana Adela, también salesiana, para entrar como aspirante en la casa del Paseo de las Delicias, en Madrid. Como era muy joven esperó unos años ayudando en las casas de Baracaldo, San Sebastián, Villaamil (Madrid). Cuando ya llevaba un tiempo como profesa en nuestro Instituto, le gustaba presentarse así: “Feliz Hija de Mª Auxiliadora desde 1958”. Sus primeros años como salesiana se dedicó a dar clase a niños pequeños en El Plantío (Madrid), Valdepeñas, durante 8 años y Delicias (Madrid). Posteriormente estuvo destinada en las casas de Villaamil (Madrid), Plaza de Castilla (Madrid), Nueva Montaña (Santander), Palencia, Malabo, Caldas de Reis (Pontevedra) y actualmente se encontraba en la Casa Sor Eusebia (El Plantío-Madrid).

Ha desempeñado con generosidad y alegría los servicios de maestra, responsable del oratorio, asistente de internas, catequista, ecónoma, vicaria y portera.
Consideró como un gran regalo, el ir destinada en 1981 a Guinea Ecuatorial donde permaneció casi 30 años. Se implicó de lleno en el Proyecto África iniciado en 1980, vivió con gozo la expansión de la obra salesiana, con bondad, simpatía, alegría y entrega generosa, se hacía querer por todos, especialmente, por las niñas y niños.

Regresó a la inspectoría “Virgen del Camino” de León en 2010. Fue destinada a la casa de Caldas de Reis (Pontevedra) donde siguió trabajando con entusiasmo y generosidad entre los niños, en la comunidad y en la acogida a los numerosos peregrinos que caminan hacia Santiago de Compostela.

Hoy te recordamos y agradecemos profundamente tu vida de entrega y bondad con todos y especialmente con los más necesitados para los que siempre tenías una sonrisa sincera y algún don que ofrecerles.